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Su casa estaba en un barrio humilde de zona oeste, conformado por viviendas  precarias de chapas, cartón y ladrillos. En el frente había abierto un kiosco de venta de cocaína y pasta base con el que decía ganar unos 3.500 pesos mensuales, pero puertas adentro todo era diferente: vivía rodeada de cocinas de diseño, hornos, amasa-pastas y batidoras con tecnología de última generación. Además contaba con un grupo electrógeno propio para eludir los cortes de luz. 

“La Petrona”, como todos conocían a Antonia Gubitosi de Balestrase, 76 años, 2 hijos, 6 causas judiciales y 2 procesamientos, acaba de ser detenida bajo la acusación de manejar la red de venta de comida casera más importante de la zona Oeste. Para el gobierno provincial su arresto fue el golpe más fuerte que dio el Fuero de Lucha contra el Tráfico de Pastas Caseras, FULUTRAPA, desde su creación. “Nos encontramos ante la productora y traficante gourmet más peligrosa del primer y segundo cordón del Conurbano Bonaerense. Sus negocios dominan una vasta zona que va desde San Miguel, oeste de Morón, Merlo, Marcos Paz, hasta el Partido de La Matanza”, apuntaron desde la División Fénix de la Policía Federal.

Su mito se venía agrandando desde hacía años. “En el barrio todo el mundo lo sabe: al que cae preso haciendo un delivery en motoneta, o calentando una porción de peceto mechado con ciruelas de su autoría, ella le paga el abogado”, explicaron fuentes policiales a este medio. “A todos los vecinos que andan con urgencias, les da dinero en efectivo, una bolsa de miñones y frutas de estación. Así compra lealtades”, agregaron.

La Villa Arguiñano, ese es el nombre del barrio donde vivía “la Petrona”, no es un sitio precisamente tranquilo. Allí desapareció en abril de 2011 Noemí Andrea Sosa, 20 años, madre de 4 hijos, luego de ser asaltada y violada, y nunca más se supo de su paradero. En octubre de 2013, fue el turno de Julio Mariano Ponce, 62 años, un vecino que murió baleado en un episodio confuso mientras participaba de una picada de bicicletas.

A las pocas cuadras de las casas de Noemí y don Julio, agentes de la Dirección de Lucha contra la Elaboración y Venta de Comida Rica en Carbohidratos (DILUVECOCA) –apoyados por el cuerpo de elite GEOF, de la Policía Federal-, allanaron primero el kiosco de droga y luego la casa de la jefa cocinera. Los policías sabían que a esa hora, cerca de las cinco de la tarde, la delincuente dormía la siesta. No era la primera vez que la allanaban, pero sí sería la única que le encontrarían prueba elaborada: tres fuentes de bittel toné, 6 empanadas gallegas, dos tapers de tiramisú con el clásico queso mascarpone, más de 6 kilos de huevos rellenos ya fraccionados en dosis para la venta. Además, en el lugar se encontraron 12 celulares y unos 25.000 pesos en efectivo.

“La Petrona” era perseguida por la Justicia desde hacía años por sus nexos con cocinas ilegales de manzanas asadas  y una bodega clandestina de licor de chocolate. A comienzos de 2007 fue detenida por la Justicia Federal pero a las 24 horas tuvo que ser liberada: tras una redada producto de una denuncia anónima, le encontraron una plancha y media de ravioles de ricota y nuez, fue imputada por “tenencia de pasta para consumo personal”, un delito excarcelable.

Más tarde, en diciembre de 2010, hubo un confuso episodio con el Escuadrón de Asuntos Especiales de la Policía Federal: tras allanar el domicilio de la traficante el personal encargado del operativo incautó dos lechones rellenos a las finas hierbas, prueba de cargo que fue consumida esa noche en la cena de fin de año de la fuerza. Por razones obvias, el operativo resultó inválido, el personal policial removido y la imputación quedó sin efecto. Fue en esa oportunidad, que la jefa gourmet declaró a los medios que se mantenía con los 3.500 pesos mensuales que sacaba de su kiosco de droga, algo incompatible con el fastuoso nivel de vida que llevaba. Aquella vez también quedó libre. 

Pero en julio de 2013, fue la propia mujer quien debió acudir desesperada a la Policía: una banda colombiana que intentaba hacer pié en el mercado ilegal de la cocina étnica, con su clásica sopa de pollo con papas, atacó la casa de su hija, de 17 años, y se la llevó secuestrada. Le exigían 200.000 pesos o 70 kilos de matambre a la leche como rescate. Según se supo más tarde, ella ya estaba enterada de que andaban detrás de su familia. Uno de sus hermanos, preso en Devoto, había recibido el dato de un compañero de celda: “Esta noche le vamos a reventar la casa a ‘la Petrona’. Tiene mucha guita y una mano increíble para la carne sazonada”. Era la tarde del 6 de julio de 2013. El hombre llamó a la mujer, le advirtió lo que ocurriría y ella se escondió en el interior de un freezer con doble fondo. Los secuestradores, entonces, decidieron llevarse a su hija, que vive a 150 metros.

El fiscal federal Daniel Aréjula y el jefe de la División de Delitos Complejos, Rudy Durán, dirigieron la investigación. La chica fue liberada 24 horas después, tras la entrega de un pastel de papas con aceitunas negras y $7.500. A las pocas semanas, “la Petrona” identificó al negociador del rescate: le había vendido 2 docenas de sandwiches de miga, 72 fosforitos y 30 bocaditos de roquefort para el cumpleaños de su esposa tres semanas antes del secuestro de su hija. Por eso los delincuentes estaban seguros de que la cocinera tenía plata. En septiembre del año pasado por el caso fueron detenidos cuatro sospechosos: Gustavo César Orsesi, Mario “el sordo” Charavino y tres integrantes del “Clan Muñoz”, Diego Pablo, Julián Mario y Mariano Ernesto Muñoz.

Ahora cayó “la Petrona” y provocó una conmoción. “No somos boludos, nos plantaron la prueba -denunció a este medio un allegado a la mujer- el primer policía que entró nos metió una bolsa con bombas de crema y otro escondió debajo del colchón un pionono de atún”.

El barrio sigue en alerta. Mientras este diario entrevistaba a los familiares de Antonia Gubitosi “la Petrona”, en la cuadra aparecían y desaparecían un puñado de adolescentes montados en sus motitos de delivery; son los llamados “soldaditos”, o “niños envueltos”, que vigilan la zona hasta que su jefa sea liberada.  

 

Tero. 

Apogeo y caída de “la Petrona” (un caso policial sorprendente)

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